El Último Nazareno

Los nazarenos

Los primeros y verdaderos discípulos  de Jesús fueron llamados nazarenos o galileos, eran muy pocos, al principio solo cuatro, aunque después el número aumentó considerablemente, sobre todo con los habitantes de Cafarnaúm, donde residía Jesús cuando no estaba viajando y a donde se retiraron sus cuatro primeros discípulos tras Su muerte. 
Los discípulos de Cafarnaúm escribieron un evangelio llamado de los nazarenos o galileos, que fue el primer evangelio y el más próximo a las palabras de Jesús, pero el evangelio desapareció en los primeros siglos y la mayor parte de sus enseñanzas se perdieron.

Los nazarenos tenían unas creencias muy diferentes a las que a día de hoy tiene cualquier Iglesia cristiana, toda esta página web, todo lo que he contado expone sus creencias, y se aproxima a las verdaderas enseñanzas de Jesús y sus Palabras. 

Los nazarenos amaban y respetaban la Naturaleza y los animales, consideraban que las plantas y los animales son nuestros hermanos, eran vegetarianos, pero incluso iban más allá y no mataban una planta entera, cortaban las hojas que necesitaban o comían semillas, frutos, frutas, grano...

Lo básico y lo fundamental era la práctica de la meditación y de la oración, pero no la oración aprendida de carrerilla, sino un diálogo, una comunicación interna con Dios basada en los sentimientos y en el amor. Y la meditación era el primer paso, fundamental, para llegar al auto-conocimiento, para saber cómo eran internamente, reconocer sus errores, sus debilidades y carencias, y los sentimientos que cada uno tenía que mejorar para crecer espiritualmente, además de ser un método para encontrar a Dios en nuestro interior, para encontrar el Reino de Dios que mora en todos nosotros. Dedicaban horas enteras todos los días a la meditación y al diálogo con Dios, hasta que alcanzaban un estado de iluminación casi permanente. Su forma de meditar era muy sencilla: No se basaba en la evocación de imágenes ni en la repetición de mantras u oraciones, simplemente consistía en dejar fluir todos los pensamientos y preocupaciones sin juzgarlos ni valorarlos, solo dejar que surjan y se vayan, hasta que la mente quede en calma y permanecer en ese estado de quietud, dejando entonces que surjan y fluyan los sentimientos. A veces simplemente se alcanzaba un estado de paz casi absoluto, una comunión con la Divinidad que está dentro de nosotros. Otras veces alcanzaban estados alterados de conciencia que llevaban al autoconocimiento y a la realización espiritual.

Los nazarenos veían a Dios tal y como he explicado antes en el apartado dónde hablo de Dios, pero también lo veían como un Padre y una Madre a la vez, comprensivo, lleno de Amor, como un apoyo en nuestras vidas y en nuestros problemas, nunca como el causante o responsable de los mismos.

Por supuesto creían en la reencarnación, es decir, en que las almas viven en diferentes cuerpos una y otra vez hasta superar todos los karmas y aprender todas las lecciones necesarias para recuperar el estado de Bondad original, la forma de ser original de cada uno, libre de maldades, rencores, miedos, envidias y odios. Pero a diferencia de los budistas y los hindúes sabían que los humanos solo se pueden reencarnar en humanos y los animales en animales.

El modo que enseñó Jesús para dejar de reencarnarse y de permanecer en las dimensiones espirituales es sobre todo mediante el amor incondicional a todos, que incluye el perdón y la comprensión hacia todo el mundo, sin condiciones, sin peros ni porqués, de modo que ningún sentimiento de ira, rencor, rabia o envidia nos sujete a otra persona. 
Y también llevando a cabo lo que nos dijo: "Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen... No juzguéis y no seréis juzgados, perdonad y seréis perdonados... Haced el bien sin esperar nada a cambio..."
No se puede juzgar a nadie, ni siquiera a nosotros mismos, hay que comprenderse y comprendernos. No juzgando a nadie no se contraen karmas con nadie. No juzgar es tan importante... Ni a nosotros mismos, solo comprensión hacia todos los seres.
Amando a aquellos que nos odian no se contraen karmas que nos aten a nadie, y perdonando se liberan todos los sentimientos que nos atan a la tierra y a otras personas: El perdón nos hace libres, el perdón nos hace crecer, sobre todo cuanto más difícil es perdonar... Y haciendo el bien sin esperar nada a cambio nuestra alma rebosa alegría y amor, y no hay nada que nos acerque más a Dios que el amor y la alegría.

Los nazarenos también creían en el karma, que es la energía producida por todo aquello que sentimos y por lo que hacemos a los demás. A veces los karmas creados en vidas pasadas son generadores de las situaciones que vivimos en la vida actual, por eso los discípulos preguntaban a veces a Jesús quién tenía la culpa de tal o cual enfermedad, si el propio enfermo o sus padres. Esto es porque algunas personas deciden asumir los karmas de otras, porque son más fuertes o están más elevadas, y cargan con un destino que en principio no les correspondía, de ahí que los discípulos preguntasen a Jesús quien era el responsable de la enfermedad. Pero obviamente no todas las enfermedades están causadas por karmas de otra vida.  

Eran personas muy espirituales y desapegadas de los bienes materiales, a los que le daban su justa medida, que era muy poca. Compartían lo que tenían sin tener en cuenta quien aportaba más o quien menos, todos eran como hermanos de verdad y los bienes se ponían en común. Al no existir el egoísmo era una sociedad muy justa, equilibrada, donde todos se preocupaban de las necesidades del resto sin tener en cuenta la propiedad o las pertenencias.  

Ese desapego a lo material y a los sentimientos negativos iba muy en consonancia con el budismo, pero Jesús nunca dijo que no nos apegásemos a las personas, es imposible no "apegarse" a un padre o a una madre, a un hijo o a un esposo... Pero sí que hay que conseguir que ese amor y ese apego no se convierta en dependencia. 
Si en algún momento se pierde la persona querida hay que saber continuar con la vida después del período de luto que cada uno necesite, sin que la vida se quede parada eternamente en el momento en que se pierde a la persona amada y deje de vivirse, porque estamos aquí por algo y la vida continúa.

Jesús enseñaba la aceptación de las circunstancias de la vida tratando que éstas no alterasen la paz interior. Cuando lo fueron a detener para ejecutarlo no se defendió, no discutió, de hecho no dijo ni una palabra, simplemente se levantó y se fue con los soldados que venían a por él... Sin odio, sin rencor, sin miedo, simplemente lo aceptó. Esa aceptación ante las situaciones de la vida nos ayuda también a no apegarnos a nada, ni siquiera a la propia vida, y eso nos hace completamente libres y hace imposible que se generen karmas si además de la aceptación hay perdón, comprensión, amor y ningún juicio. 

Por supuesto creían en la vida antes y después de la vida en la tierra, veían nuestra vida aquí como una fase más de nuestra existencia, que continúa tras la muerte en otras dimensiones, para volver a reencarnarse años más tarde e iniciar una vida nueva en otro cuerpo y rodeados de las mismas personas que comparten nuestra existencia en este y otros planos, aprendiendo más lecciones y superando los karmas contraídos, juntos. 

Los nazarenos sabían que Jesús era la encarnación del Espíritu Divino, del Verbo (como lo llama Juan en su evangelio y según dicen los Vedas) del Único Ser que está y siempre ha estado plenamente identificado con Dios.

No solo perdonaban todos los errores sino que trataban de que los errores y las ofensas de los demás no les afectasen y no tenerlas en cuenta para que ni siquiera fuese necesario perdonarlas. Pero aunque "ponían siempre la otra mejilla" eso no quiere decir que permitiesen que la gente abusase de ellos, no entregaban su dignidad para perdonar. Perdonar no significa dejar que se aprovechen de uno, puedes perdonar y poner una y otra vez la otra mejilla como nos enseñó Jesús, es decir dar una y otra oportunidad siempre que la otra persona pretenda realmente cambiar, pero no para que se aprovechen de las buenas intenciones de uno, si no esa persona a la que has perdonado acabará incluso "chupándote" tu energía y tu esencia. Se debe perdonar y dar las oportunidades que sean necesarias siempre que la otra persona no se esté aprovechando de uno y quiera realmente cambiar, si no es así se debe perdonar y dejar que cada uno siga su vida sin más, si no acaba generándose una situación kármica y perjudicial que en nada puede beneficiar a ninguna de las personas implicadas.

Explicaban que Jesús no había resucitado en un cuerpo material, no había vuelto a la vida en su propio cuerpo. Sí se había aparecido en Espíritu y seguía existiendo en las dimensiones celestiales, pero no en cuerpo como dijo Saúl de Tarso (san Pablo) después de que los romanos robasen su Cadáver. 

Tampoco practicaban la Eucaristía, eso era un ritual pagano que cristianizó san Pablo años después de que muriese Jesús y que era propio de Attis, un dios de Frigia (región dónde san Pablo predicaba).

El perdón de nuestros pecados se lo pedían directamente a Dios y no a través de una confesión con un sacerdote. Y siempre lo hacían con el corazón limpio, deseosos de mejorar y cambiar en aquello que habían fallado, siempre con honestidad y sinceridad, si no el perdón no se obtiene de ningún modo por mucho que un sacerdote te escuche y te dé la absolución. 
Pero al pedir perdón con humildad, reconociendo honestamente y de verdad, de corazón, nuestros errores y nuestras carencias, el perdón se obtiene sin más, porque somos nosotros en realidad quienes nos perdonamos. Dios no necesita perdonarnos, no lo podemos ofender para que necesite perdonarnos. Su "perdón" lo tenemos mucho antes de cometer el error o "el pecado", por eso es necesaria la humildad y la honestidad para ser perdonados, porque somos nosotros, con la ayuda divina, quienes nos perdonamos o quienes seguimos cargando con el peso de la culpa, cosa que por otra parte nos genera un montón de karmas y es absolutamente innecesaria.
Jesús siempre perdonaba sin condiciones a todo el mundo, sin peros y sin porqués, y nosotros debemos hacer lo mismo, incluyéndonos a nosotros mismos. Culparnos por cometer un error es asimismo otro error, debemos tratar de aprender en qué nos equivocamos y tratar de mejorar y superarnos a través de la comprensión, el amor y el perdón. Pero si en lugar de perdonarnos a nosotros o a los demás cargamos con el sentimiento de culpa (hacia nosotros o culpando a otras personas) acabamos provocando que se repita una situación similar a aquello que nos hace sentir así. De ahí que en la vida de muchas personas se repitan situaciones muy parecidas, porque las crean ellos mismos al no perdonar o perdonarse, generando una y otra vez la misma situación, pensando que debían actuar de un modo diferente a como lo hacen y cayendo una y otra vez en los mismos errores, sin darse cuenta de que lo que realmente tienen que hacer es comprender y comprenderse.

Los nazarenos no practicaban ninguno de los hoy llamados sacramentos, ni siquiera el bautismo, que solamente era un símbolo de arrepentimiento de los pecados y de la bendición divina, no un requisito para ser discípulo de Jesús.

No tenían sacerdotes para hablar con Dios o para dirigir las reuniones. Dios vive en cada uno de nosotros así que cada uno tiene la capacidad de hablar con Dios en el modo que quiera, y siempre que lo haga de corazón, con honestidad y fe, será escuchado. Y las reuniones, la "misa actual", no era ni mucho menos obligatoria. Al principio se hacía en la sinagoga de Cafarnaúm, se leía algún pasaje de las sagradas escrituras, generalmente los libros proféticos y las profecías que hablaban del Mesías, y se recordaban y explicaban las palabras de Jesús, la gente hacía preguntas y los discípulos las contestaban. Después se rezaba en común alguna oración y cada uno se iba a su casa. Y por supuesto si alguien no iba a las asambleas o reuniones no se le amenazaba con el infierno.

No creían en el infierno, no al menos como un lugar lleno de fuego y visiones infantiles. Sí que sabían que algunos espíritus después de morir se quedan aferrados a la tierra y sufren por sus propios sentimientos de rencor, de miedo, ira, envidia o avaricia... e incluso sabían que existían otras dimensiones más oscuras y densas con energías negativas a donde iban los espíritus de gente muy atormentada por sus actos en vida (como asesinos) pero no lo llamaban infierno y no amenazaban a nadie con él. Las enseñanzas de Jesús están basadas en el Amor, no en el miedo.

Todos se consideraban Iguales, Hermanos, hijos del mismo y Único Dios, todos somos lo mismo. Todos somos Dios.
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