Una religión, sea cual sea, no nos va a conducir al Cielo por sí misma. La religión no es un fin, es un medio, pero no un medio para alcanzar el paraíso, sino un medio para ayudarnos a ser mejores personas, a crecer espiritualmente y a comportarnos bien con nuestros semejantes. Eso es en verdad lo que eleva nuestro espíritu y nuestra alma hacia Dios, la religión, la oración, la meditación... deben ser el apoyo para ser mejores personas, si no nos conducen al crecimiento espiritual, no valen para nada, y por desgracia hay muchas religiones que no valen.
La religión no debe ser entendida como una serie de ritos externos que se practican y se repiten día tras día o semana tras semana... la religión auténtica nace en el corazón de las personas cuando éste se halla lleno de amor, y se convierte en un modo de vida en el que el respeto y el amor hacia Dios y hacia todos los seres de la creación son la guía de nuestros actos.
Debemos ser conscientes de que Dios no es el responsable de los males que ocurren en nuestras vidas, los males que padecemos suelen ser consecuencia de nuestras acciones o de las acciones de las personas que nos rodean, en esta vida o en vidas anteriores. Todos nosotros creamos nuestras vidas y somos responsables de nuestro destino, no podemos hacer a Dios responsable de las cosas que nos suceden, tenemos que ser conscientes de que somos nosotros los que elegimos, los que decidimos y los que actuamos con libertad, y que esas decisiones, actuaciones y elecciones determinan nuestros karmas y nuestro destino. Dios nunca manda males o castigos, sino consuelo.
Todos somos iguales y porque una persona sea buena persona no le tienen que pasar cosas buenas, ni al revés, a una mala persona tampoco le tienen que pasar malas cosas, y desearlo es algo indigno de almas elevadas. Todos somos hermanos y deberíamos alegrarnos incluso de que a alguien que no nos caiga bien o no se haya portado bien con nosotros le vayan bien las cosas; la vida ya tiene suficientes problemas y dificultades como para que le pongamos más.
Los karmas que cada uno genera siempre acaban volviendo para que aprendamos las lecciones correspondientes, alegrarse con el mal ajeno o entristecerse o envidiar el bien de aquellos que consideramos que no lo merecen no son sentimientos que debamos albergar, primero porque ya estamos juzgando quien merece y quien no merece que le pasen cosas buenas, y segundo porque todos ignoramos las lecciones y los karmas de los demás y no somos quien para valorar ni juzgar la vida de nadie, cada uno tiene su camino y ninguna acción ni sentimiento queda sin su consecuencia, así que si a alguien la vida le regala algo alegrémonos sin más, sin juicios ni envidias insanas ni valoraciones inútiles.
Las leyes espirituales no tienen errores y siempre se cumplen, si alguien obra mal deberá aprender a obrar bien y recibirá el mal que generó, bien sea en esta vida o en vidas posteriores, o en este plano o en otras dimensiones. Pero que alguien reciba algo malo no debe ser un consuelo o un alivio por mal que se haya portado, al contrario, debe ser tomado como una lección que hay que aprender y debemos apoyarnos unos a otros en las dificultades de la vida, el camino está lleno de obstáculos y de piedras ¿para qué tirar más?
Hay muchas personas buenas a las que le ocurren cosas malas y muchas personas malas a las que le ocurren cosas buenas. El karma no funciona exactamente recompensando a los "buenos" y castigando a los "malos". También la religión nos ha dicho que Dios premia a los buenos y castiga a los malos, pero no es cierto. Dios no premia ni castiga a nadie. A veces una buena persona "carga" con responsabilidades, karmas y acciones de otras personas, se autocastiga para aliviar a los demás o para que los demás no sufran, a veces de modo consciente y otras de modo inconsciente. Es por eso que a veces hay buenas personas a las que le ocurren cosas malas.
También ocurre al revés: A una persona que se está comportando mal puede que le ocurran cosas buenas. Esto pasa generalmente porque sus pensamientos están focalizados en conseguir beneficios, en crecer materialmente, en obtener posesiones, reconocimiento social... Y así crea su realidad. También porque este tipo de personas suelen descargar sus malos sentimientos, sus culpas y sus responsabilidades en los demás, aligerándose ellas de sus cargas energética y cargando a las personas que los quieren.
Pero no hay que atormentarse con todo ello, la vida se compone de lecciones y una persona enfocada en el mundo espiritual o en ayudar a los demás del modo que sea crecerá y aprenderá mucho más que otra que se dedica a su propio beneficio, por lo que la primera se reencarnará muchas menos veces que la segunda y pasará por este plano sin sufrir algunas vidas de sufrimiento que le tocarán al que es menos avanzado, que deberá aprender, entre otras cosas, generosidad y empatía.
Jesús de Nazaret no nos dijo haced el bien para recibir premios y no hagáis el mal para no recibir castigos. No. Lo que dijo fue: "Haced el bien sin esperar nada a cambio" porque en eso consiste la verdadera bondad y el verdadero crecimiento espiritual, no en esperar recompensas por hacer el bien.
Es muy habitual pensar "soy buena/o así que seguro que la vida al final me acaba yendo bien, tendré una buena mujer o marido, buenos hijos, buen trabajo... porque soy una buena persona". Es falso, que seas buena persona no va a hacer que te pasen cosas buenas necesariamente, obviamente es mejor siempre crear buenos karmas, pero la vida no funciona así, debes ser buena persona porque sí, sin esperar recompensas, el ser bueno es una recompensa en sí mismo, ser bueno nos acerca a Dios y a nuestra verdadera esencia, y cuanto mejor persona seas y mas crezcas menos vidas tardarás en volver a tu esencia original y a no reencarnarte más.
Es tan malo menospreciar a los demás como menospreciarse a uno mismo, todos somos iguales y todos tenemos el valor de la divinidad latente que hay en nuestro interior, nadie es más ni menos que nadie, y cuando alguien no se valora está cometiendo un "pecado", está faltando a un principio esencial básico de su esencia y tendrá que aprender a valorarse. Esa también es una lección espiritual.
Lo mismo ocurre cuando alguien es soberbio y se cree más que los demás, la soberbia ciega, y es, además, una puerta de entrada para toda clase de sentimientos negativos.
Aprender humildad es una de las lecciones más valiosas que hay, y quien tiene que aprenderla y ver reducida su soberbia a través del karma padece grandes sufrimientos y humillaciones en diferentes vidas, hasta que aprenda que nadie es más que nadie: Ni un rey, ni un desportista, ni un escritor o un gurú espiritual son más que un mendigo, un drogadicto o una prostituta. Y menos importancia (si cabe) tiene el aspecto físico: nadie es más ni menos por ser guapo, delgada, alto, gordo, baja o feo.