Presentación

La página web está dividida en varios apartados dónde voy explicando mis experiencias acerca de temas tan relevantes como Dios, el destino, el más allá... El funcionamiento es muy sencillo, basta con "clickar" encima de uno de los apartados para que se abra la página en la que explico cada uno de esos temas.

Acerca de mí

Vivimos en un mundo lleno de miedo, de ignorancia, de egoísmo, de angustia, de problemas, de oscuridad, de rencor, de ira, de venganza, donde el mal parece campar a sus anchas en el corazón de los seres humanos y en la sociedad. Yo quiero hablar de lo contrario, quiero hablar de luz, de esperanza, de Amor, de fe, de compasión, de hermandad, de sabiduría, de conocimiento, de comprensión, de perdón...  Quiero hablar de la vida en la tierra y también de la vida que hay antes y después de lo que conocemos. Esta no es una página sobre religión, es una página hecha con todo el cariño y el amor por una persona normal pero con unas capacidades especiales: Puedo sentir las energías de todo lo que nos rodea, puedo sentir la energía de la Tierra, del mar, de los árboles, de los animales, de las personas vivas, y de las que ya murieron (siempre que estén cerca de mí), puedo sentir los sentimientos de los que me rodean y puedo transmitir energía con mis manos. También recuerdo algunas de mis vidas pasadas e incluso he podido comprobar acontecimientos históricos y lugares que recuerdo de otras vidas pero que no conocía en esta.  He visto lo  que hay antes y después de morir y sé cuales fueron las verdaderas enseñanzas de Jesús de Nazaret...
Puedes no creer en nada de lo que digo y es lógico, pero de lo que puedes estar seguro es que mi única intención al compartir todo esto es hacer el bien y que la gente sepa que hay un lugar dónde el sol nunca deja de brillar, donde todo es Amor, luz y bondad y que un pedazo de ese lugar se encuentra en el corazón de cada uno de nosotros. 
Desde adolescente he sufrido muchísimo, he pensado que me estaba volviendo loco durante años, no podía controlar nada de lo que sentía, ni siquiera lo entendía... fue más de una década de miedo, de sensaciones y experiencias, algunas terroríficas, que se escapaban a mi control, que me hacían sufrir lo indecible, años de sentir seres a mi alrededor queriendo hacerme daño física, emocional y psicológicamente. Fueron años de lecciones durísimas, de luchas, de miedo (no hay casi nada peor que el miedo) de noches sin dormir, de súplicas y rezos que parecían ser ignorados, de meditaciones y de lecturas, de descubrimientos realmente increíbles y  de hechos sorprendentes más allá de la razón, de sufrimientos mentales 24 horas al día 365 días al año, sin descanso, sin tregua... Y todo eso me llevó a descubrir y a saber... y mi intención es compartirlo con el mayor número de personas posible porque creo que mis experiencias pueden aportar un punto de vista del mundo y del más allá muy diferente a lo que se percibe habitualmente.

Mi forma de percibir:
Aunque hablo en otro apartado más extensamente del alma me gustaría explicar cómo percibo yo las almas de las personas, tanto de los vivos como de los muertos: Lo que yo siento es la energía que emana del alma. El alma es como si fuese una bola de energía densa y luminosa que puede emitir todo tipo de sentimientos: Amor, paz, tranquilidad, dulzura, alegría, tristeza, enfado, envidia, compasión, ira, perdón y cualquier otro sentimiento que exista. Yo siento esos sentimientos pero en lugar de ser míos, de venir de mi interior, los percibo de un foco externo, de un alma que se acerca a mí (sea de un vivo o un muerto) y puedo percibir cualquier sentimiento aunque cuanto más profundo y fuerte sea, mejor lo percibo yo. Por ejemplo el miedo y el amor son dos sentimientos muy poderosos y fuertes que emanan de muchas almas y se perciben con mucha facilidad.

Cuando el espíritu de una persona que ha muerto se acerca a mí percibo sus sentimientos, emanando de su alma, me envuelven, sintiéndolos en cada poro de mi piel, en mi mente y a veces en mi propia alma, de modo que sé lo que ese espíritu me está transmitiendo y a menudo puedo transmitir mensajes sencillos basados en lo que esas personas fallecidas están sintiendo o han sentido. En ocasiones cuando un alma me intenta enviar un mensaje concreto, más elaborado, me lo envía en forma de energía, mi mente recibe esa energía y automáticamente la transforma en imágenes o en palabras, de modo que en alguna ocasión he recibido mensajes más complejos sobre asuntos concretos.                         Cuando lo que me transmiten es un sentimiento agradable es una sensación buena y positiva obviamente, pero cuando el sentimiento es muy negativo se puede llegar a pasar realmente muy, muy mal. 

Como dije antes estos sentimientos no solo los puedo percibir de los muertos sino también de los vivos, aunque a menudo la percepción en una persona que está  viva es menos intensa porque los sentimientos no se irradian con la misma fuerza al estar el alma todavía encarnada en un cuerpo físico, que sirve como una especie de barrera para la energía interior.

Aparte de los sentimientos de cada uno y de la energía que esos sentimientos generan, cada alma tiene una energía propia y única, una vibración energética diferente. Esta energía propia de cada alma también soy capaz de sentirla, es el origen de esos sentimientos y también está formada por energía. Cuando conozco a una persona en vida y después fallece es sencillo para mí identificar quién es si se me acerca después de morir, puesto que la esencia de cada uno no varía y es siempre la misma, esté vivo o muerto. 
 
Los animales también tienen alma aunque su esencia y su consciencia sea un poco diferente a la humana y sus sentimientos no sean tan complejos. Pero su alma, igual que la nuestra, es eterna y trasciende a la muerte.
Los árboles y las plantas también son energías conscientes y tienen alma aunque sea muy diferente a la humana y no seamos capaces de comprender su nivel de consciencia, pero lo cierto es que la tienen, y está demostrado científicamente que son capaces de comunicarse y de tomar decisiones. 

También hay energías que no tienen consciencia, no son humanas ni animales: Es la energía de la naturaleza, de las montañas, de la tierra, del mar… Cada lugar tiene una energía propia y la energía que se encuentra en la naturaleza es en general una energía muy pura, llena del Espíritu Divino, por eso cuando estamos en contacto con la naturaleza nos despejamos y nos recargamos de fuerzas y energías. 

Lo curioso es que antes de que me empezasen a pasar todas estas cosas yo no creía en espíritus, ni en fenómenos "sobrenaturales" ni muchísimo menos en la reencarnación. Yo era católico convencido, pensaba que después de la muerte la gente se iba al cielo o al infierno (aunque no tenía la visión de un infierno de fuego) y que jamás se podían aparecer o hacer sentir su presencia entre los vivos. Cuando yo empecé a sentir las energías y los espíritus fue algo impresionante, desde luego, pero no chocó con la fe que tenía en aquellos momentos, pude aceptar que los espíritus se pudiesen comunicar desde el más allá sin que mi fe católica entrase en crisis... Pero cuando empecé a tener recuerdos de vidas pasadas... Ahí sí que supuso un trauma y una lucha interna, la Iglesia Católica niega la reencarnación y yo pensaba que Jesús no había hablado nada sobre el tema, así que tener recuerdos de otras vidas era algo que me lo hacía pasar muy mal. Casi prefería pensar que eran malas jugadas de mi mente, que no podía haber más que una vida, que aquellos recuerdos no eran reales... Hasta que pude comprobar que muchas de las cosas que recuerdo sucedieron tal y como las recuerdo.

Uno de los primeros hechos que pude comprobar es que recuerdo una ciudad italiana vista desde una colina por la que yo bajaba en dirección a la misma, veía la muralla medieval con el mar al fondo, y recuerdo que era alrededor del año 930. Lo curioso es que yo iba a la ciudad para advertirles de que iba a ser atacada e incendiada por unos piratas, cosa que ocurrió días después. Lamentablemente no recordaba el nombre de la ciudad y aunque realicé varias búsquedas en internet, no la pude localizar. Años más tarde, viendo la tele por casualidad, enfocaron una ciudad desde lo alto de una colina y ¡La imagen era la misma de mi recuerdo! El mismo monte, la ubicación de la ciudad, el mar.... La propia ciudad era reconocible a pesar de que la muralla había sido derruida en gran parte (aunque lo que se mantiene en pie conserva el mismo trazado que recuerdo) y porque había muchos edificios modernos construidos que evidentemente yo no recordaba. La ciudad era Génova, inmediatamente me puse a buscar si había sido atacada e incendiada por piratas alrededor del año 930 y efectivamente, Génova sufrió un ataque de una flota pirata que quemó la ciudad en el año 929, y posteriormente en el 934. Me quede atónito, pero a partir de ahí me empecé a plantear que mis recuerdos eran reales.

También recordaba Lisboa en el siglo XI, recordaba una colina frente al tajo, muy azul, y enfrente los montes que delimitan el curso del río. Yo nunca había estado en Lisboa y no sabía cómo era. Cuando viajé allí por primera vez subiendo hacia el castillo de san Jorge encontré el lugar de mi recuerdo, tal y como yo lo recordaba (salvo por las edificaciones construidas posteriormente).

Otro de mis recuerdos, y para mí el más importante y significativo porque es de Jerusalén alrededor del año 30  de nuestra era, es una imagen mía en un corredor muy alto en el templo de Jerusalén. Hacia un lado del corredor había unas ventanas que daban al exterior del recinto del Templo y en el lado opuesto de esas ventanas estaba el recinto del Templo de Jerusalén. No fue fácil encontrar ese corredor, cuando buscaba  imágenes del "Templo de Jerusalén" en google nada se parecía a lo que yo recuerdo, durante un tiempo pensé que era algún error, un recuerdo confuso o una mala jugada de mi mente... Hasta que encontré una maqueta exacta del Templo tal y como era en tiempos de Jesús... Y allí estaba el corredor, en uno de los muros exteriores, muy alto, con las ventanas, una parte daba hacia el exterior y la otra hacia el interior del recinto. Fue impresionante recordar un edificio histórico que ya no existe desde el interior del mismo. 
De esa vida también recuerdo unas cuevas en el desierto. Cuando con 25 años me puse a recopilar información para escribir mi libro sobre Jesús encontré por casualidad imágenes de las cuevas: El Qumrán, el monasterio esenio que existía en el desierto de Israel.

Tengo otros muchos recuerdos de esas y de otras vidas pero solo pude comprobar uno más: Recuerdo ser una niña que nació en un pueblo de Francia en el siglo XIX mi mamá murió cuando yo era pequeña y quedé al cuidado de mi padre (a quien le tenía algo de miedo), años más tarde, ya de mayor, me trasladé a París con mi hermano que cuidaba de mí. Yo quería ser monja pero mi padre no me lo permitía. Recuerdo detalles de esa vida que no viene al caso comentar pero para abreviar diré que me acabé convirtiendo en monja a una edad muy tardía en aquella época, tenía alrededor de 24 años, lo que era del todo inusual. Me hice bastante conocida en París así que cuando este recuerdo se despertó en mí, decidí buscar si había existido esa persona, y lo cierto es que me encontré sin ningún esfuerzo solo con introducir un par de datos en google, aunque no voy a decir mi nombre en aquella vida.

Después de todos estos hechos (que son una versión muy abreviada de todo lo que recuerdo) no pude negar más tiempo la reencarnación, tuve que aceptar que había vivido más veces, que la reencarnación existe y que la Iglesia católica se equivocaba...Perdí mi fe en la doctrina de la Iglesia, pero encontré la fe vedadera y un poco de sabiduría y conocimiento.

Reflexiones

 Un cuento muy especial

En una región remota de china vivía hace unos siglos un agricultor con su mujer y su hijo único que acababa de alcanzar la mayoría de edad. El agricultor tenía una yegua de la que se servía para el transporte, la siembra y la recolección. Un día la yegua, que estaba en celo, saltó la valla de la finca donde estaba guardada y se escapó. Se le acercó un vecino al agricultor y le dijo: "Que mala suerte has tenido", a lo que el hombre respondió encogiéndose de hombros: "Mala suerte, buena suerte... Nunca se sabe". Días más tarde regresó la yegua y como estaba en celo cuatro caballos salvajes venían con ella, el agricultor y su hijo se apresuraron a meter los caballos en la finca y cerrarla con una valla más alta que no pudiesen saltar. 
Al día siguiente se volvió a acercar el mismo vecino y le dijo al agricultor: "Que buena suerte has tenido". El agricultor se encogió de hombros y respondió: "Buena suerte, mala suerte... Nunca se sabe". Como los caballos eran salvajes el hijo del agricultor comenzó a montarlos para domarlos pero al segundo día uno de los caballos lo tiró y se rompió una pierna, de modo que el joven no podía moverse ni ayudar a su padre con las labores del campo. El mismo vecino se acercó y le dijo al agricultor: "Que mala suerte has tenido", el agricultor se encogió de hombros y respondió: "Mala suerte, buena suerte... Nunca se sabe".
Días más tarde estalló en la región una gran guerra y los soldados del emperador pasaron por todas las granjas reclutando a los jóvenes para ir a combatir al frente dónde morían  por cientos todos los días. Al llegar a la granja del agricultor y ver a su hijo con la pierna rota y en cama lo dejaron tranquilo.

Los dueños del mundo

Hace unos años Suzanne Simard, investigadora de ecología forestal de la Universidad en Columbia Británica (Canadá) descubrió que los árboles de la misma especie de cualquier bosque se comunican a través de las raíces y la micorriza entre sí, y  no solamente enviándose moléculas de elementos básicos y necesarios, sino también intercambiando información para reaccionar ante plagas o peligros. 
Incluso descubrió que los árboles más viejos del bosque cuidan de los más jóvenes para que estos se desarrollen adecuadamente, enviándoles, a través de la micorriza, moléculas de elementos de los que carecen. Curiosamente esta noticia no ha tenido ninguna repercusión ni los medios se han hecho eco de ella. Supongo que no interesa porque en cierto modo replantea uno de los principios básicos de la teoría de la evolución, como es la competencia entre los seres por la supervivencia. Resulta que la naturaleza no es tan salvaje como nos han dicho, y que los árboles, los hongos y los seres de un ecosistema se comunican entre sí y colaboran en lugar de competir. 
Supongo que no interesa darnos cuenta de que el resto de seres vivos del planeta, bien sean árboles, plantas o animales, tienen consciencia... Es más fácil creernos dueños de todo, seguir con nuestras comodidades, nuestras vidas programadas, comprando, jugando a videojuegos o viendo la televisión para no pensar, para no despertar, para no darnos cuenta de que no somos los dueños del mundo, de que no somos el centro del universo, ni siquiera de este planeta. Sólo somos una especie más y la Tierra es nuestro hogar y también nuestra madre. No nos pertenece, somos nosotros los que pertenecemos a la Tierra. No tenemos derecho a exterminar otras especies, a acabar con los hábitats de cientos de especies de animales, condenándolos así a una extinción sin remedio. No tenemos derecho a acabar con bosques y selvas para urbanizar, o para fabricar papel o madera. Esto no es nuestro, nadie nos ha dado permiso para hacer lo que hacemos, para contaminar la atmósfera, los mares, los ríos... Somos la especie más evolucionada del planeta y deberíamos ser la más consciente, ni siquiera necesitamos cuidar del planeta, lo ha hecho solo durante millones de años, mucho antes de que los homo sapiens apareciesen sobre la faz de la Tierra. Lo único que teníamos que hacer era no estropearlo, y ni siquiera somos capaces de hacer eso, todo por la codicia, por el interés, por la falta de consciencia. 

Ni siquiera tenemos derecho a matar a otro animal para comerlo, y como especie más evolucionada deberíamos ser conscientes de ello. Los animales y las plantas son nuestros hermanos, hijos de la misma Tierra y del mismo Dios.
Sin embargo a lo largo de la Historia ni siquiera hemos sabido respetar a nuestros hermanos de especie, y el hombre blanco se ha dedicado a matar, esclavizar y en ocasiones casi exterminar a personas de su misma especie porque eran de una raza diferente, con otro modo de pensar y otra cultura. 
Por suerte hubo otras razas humanas que veían las cosas de modo distinto, pero el hombre blanco no las respetó y casi acabó con ellas por soberbia, por no saber escuchar y por no saber dónde está realmente Dios.

¿En serio nos creemos tan especiales? Somos la única especie que no mata solo por hambre o para defender un territorio, y somos la única especie que extermina a sus iguales.
Nos hemos convertido en una plaga para el mundo y nuestro planeta es un organismo vivo que tratará de defenderse de la especie que pone en peligro su existencia.

Nube Blanca

Los textos que vienen a continuación son palabras de Nube Blanca, un gran jefe indio Iowa, de la nación se los sioux, quien tuvo la bondad de comunicarse conmigo hace un tiempo. En su honor y como muestra de una espiritualidad mucho más elevada que la del hombre blanco (y que por desgracia se perdió cuando les robamos la tierra a los nativos americanos y los confinamos en reservas) me he permitido exponer sus palabras deseando que no se pierdan nunca:

"El hombre tiene un pobre entendimiento de la vida. Confunde conocimiento con Sabiduría. Trata de descubrir los sagrados secretos de nuestro padre, el Gran Espíritu.
Espera imponer su ley y su camino en la madre tierra, pero incluso él, él mismo, es parte de la naturaleza, y elige no verlo e ignorarlo para su inmediato provecho. 

Vuestra llamada religiosa la escribió en tablas de piedra el dedo llameante de un dios furioso.
Nuestra religión la establecieron las tradiciones de nuestros antepasados, los sueños de nuestros ancianos, que los recibieron del Gran Espíritu en las horas silenciosas de la noche. Se escribió en los corazones de nuestra gente. Por lo tanto, no nos hacen falta iglesias, que tan sólo nos llevarían a argumentar sobre Dios. No deseamos esto. Las cosas terrenales deberían argumentarse con hombres, pero nosotros nunca argumentamos sobre Dios.
Y la idea de que los hombres blancos tuvieran que gobernar sobre la Naturaleza, y cambiar las cosas a su gusto, nunca fue comprendida por los pieles rojas.

Nuestra creencia es que El Gran Espíritu ha creado todas las cosas, no sólo a la Humanidad, sino a todos los Animales, todas las Plantas, todas las Rocas. Todo sobre la Tierra y entre las Estrellas, con alma verdadera. Para todos nosotros, la Vida es sagrada.
Sin embargo, vosotros no comprendéis nuestras oraciones, cuando nos dirigimos al Sol, a la Luna y a los Vientos. Nos habéis juzgado sin comprendernos, solamente porque nuestras oraciones son diferentes. Sin embargo, estamos dispuestos a vivir en armonía con toda la Naturaleza. Toda la Naturaleza nos rodea, y somos parte de toda la Naturaleza.

"Pero las leyes de la Naturaleza son mas fuertes que las del hombre. El hombre debe despertar y aprender a comprender
cuan corto es el tiempo que nos queda antes de ser la causa de nuestra propia caída.
Y tiene mucho que aprender. Aprender a ver con el corazón.
Debe aprender a respetar a la Madre Tierra. Ella nos esta dando todo en la vida:
A nuestros hermanos y hermanas, los animales y las plantas; A los ríos, los lagos, los océanos y el viento.

Comportarse sabiendo que el planeta no le pertenece, pero debe cuidar y mantener el delicado balance de la naturaleza
para provecho y beneficio de nuestros hijos y las futuras generaciones.

Es deber del hombre preservar la tierra y la creación del Gran Espíritu.
La humanidad es un pequeño grano de la arena del sagrado circulo que incluye toda la vida"

¿No te das cuenta?

Hace muchos años, en una región remota, vivía un Maestro espiritual en un monasterio con sus discípulos. Un día estalló una gran guerra en la región y los soldados llegaron al pueblo donde se erguía el monasterio dirigidos por un general terrible y sanguinario. Todos los habitantes del pueblo y los monjes huyeron a los montes para esconderse, todos excepto el Maestro que se quedó en el monasterio meditando tranquilamente. Cuando el general entró en el pueblo y vio que todos habían huido se sintió complacido del temor que despertaba, pero al entrar en el monasterio y ver al Maestro meditando sin preocuparse de nada más, montó en cólera y se dirigió hacia él con la espada en la mano gritándole: "¡Tú, viejo! ¿No te das cuenta de que estás ante un hombre que puede matarte con un solo golpe de su espada?". El Maestro sonrió tranquilamente y le contestó: "No hijo, eres tú quien no se da cuenta de que está ante un hombre que no teme a la muerte".

Alfombrar la Tierra
A un discípulo que siempre estaba quejándose de los demás, le dijo el Maestro;
”Si es paz lo que buscas, trata de cambiarte a ti mismo, no a los demás. Es más fácil calzarse unas zapatillas que alfombrar toda la tierra”.

 El Águila

Un hombre encontró un huevo abandonado, y por su forma y tamaño dedujo que se trataba de un huevo de águila. Como no tenía donde protegerlo la alternativa más simple fue cobijarlo en el nido de un gallinero.

Poco tiempo después un águila nació y creció entre las gallinas. Toda su vida el águila hizo lo mismo que las gallinas del corral, ya que se creía semejante a ellas. Arañaba la tierra en busca de gusanos e insectos. Cloqueaba y cacareaba y golpeaba sus alas para volar unos centímetros por el aire.

Los años pasaron y el águila fue envejeciendo. Un buen día contempló una magnífica ave surcando un cielo limpio de nubes. Volaba en graciosa majestuosidad en medio de poderosas corrientes de aire, casi sin batir sus fuertes alas doradas. La longeva águila miró hacia arriba con un profundo respeto.

¿Qué es eso? –preguntó.

Eso es un águila –le contesto alguien del corral. Pertenece al cielo. Pero nosotras pertenecemos a la tierra porque somos gallinas.

Así fue que un águila vivió y murió como una gallina, porque eso es lo que ella pensaba que era.


Talentos ocultos

Un maestro zen paseaba por un bosque con su discípulo, cuando vio a lo lejos una casa de apariencia pobre y decidió hacer una breve visita al lugar. Mientras se acercaban, le comentó al discípulo sobre las oportunidades de aprendizaje que obtenemos de estas experiencias. Llegando al lugar constató la pobreza del sitio: los habitantes, una pareja y tres hijos, vestidos con ropas sucias, rasgadas y sin calzado; la casa, poco más que un cobertizo de madera…

Se aproximó al padre de familia y le preguntó:

– En este lugar donde no existen posibilidades de trabajo ni tampoco puntos de comercio, ¿cómo hacen para sobrevivir?

El señor respondió:

Amigo mío, nosotros tenemos una vaca que da varios litros de leche todos los días. Una parte del producto lo vendemos o lo cambiamos por otros géneros alimenticios en la ciudad vecina, y con la otra parte producimos queso, cuajada, etc., para nuestro consumo. Así es como vamos sobreviviendo.

El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, se despidió y se fue. A mitad de camino se volvió hacia su discípulo y le ordenó:

— Busca la vaca, llévala al precipicio que hay allá enfrente y empújala.

El joven, espantado, miró al maestro y le respondió que la vaca era el único medio de subsistencia de aquella familia. El maestro permaneció en silencio y el discípulo cabizbajo fue a cumplir la orden.

Una vez en el borde del precipicio, empujó la vaca. Aquella escena quedó grabada en la memoria de aquel joven durante muchos años.

Un día el joven, agobiado por la culpa, decidió regresar a aquel lugar. Quería confesar a la familia lo que había sucedido, pedirles perdón y ayudarlos.

Así lo hizo. A medida que se aproximaba al lugar, veía todo muy bonito, árboles floridos, una bonita casa y algunos niños jugando en el jardín. El joven se sintió triste y desesperado imaginando que aquella humilde familia hubiese tenido que vender el terreno para sobrevivir. Aceleró el paso y fue recibido por un hombre muy simpático.

El joven preguntó por la familia que vivía allí hacia unos cuatro años. El señor le respondió que seguían viviendo allí. Espantado, el joven entró corriendo en la casa y confirmó que era la misma familia que visitó hacia algunos años con el maestro. Elogió el lugar y le preguntó al señor:

– ¿Cómo hizo para mejorar este lugar y cambiar de vida?

El señor entusiasmado le respondió:

– Nosotros dependíamos para subsistir de una vaca que cayó por el precipicio y murió. A partir de entonces nos vimos en la necesidad de hacer otras cosas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos.

El verdadero valor de uno mismo

Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?.

El maestro sin mirarlo, le dijo:

Cuanto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después. Y haciendo una pausa agregó:

Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.

Encantado maestro, -titubeó el joven, sintiendo que otra vez era desvalorizado, y sus necesidades postergadas.

Bien -asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y dándoselo al muchacho, agregó; toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Estos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo. Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. En afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.

Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado, más de cien personas, y abatido por su fracaso, montó su caballo y regresó.

Cuanto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro, podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda.

Entró en la habitación. Maestro, -dijo, lo siento, no pude conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

Qué importante lo que dijiste, joven amigo, -contestó sonriente el maestro. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregunta cuánto te da por él, pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.

El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo:

Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.

58 MONEDAS !!!!!!!!! -exclamó el joven.

Si, -replicó el joyero, yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé… si la venta es urgente...

El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido.

Siéntate -dijo el maestro después de escucharlo. Tú eres como este anillo, una joya valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo pequeño.

El problema

Una vez estaba el Buda en el monasterio con sus discípulos y los llamó a todos a la sala común, poniéndose enfrente de ellos les mostró un jarrón antiguo que llevaba una flor, lo depositó en una mesa a la vista de todos y les dijo:
"Resolved el problema".
Los discípulos se quedaron callados meditando durante horas y horas, se preguntaban cuál sería el problema y cómo lo resolverían, pero ninguno daba con la solución. Pasadas más de seis horas un discípulo se levantó, cogió su sable y destrozó el jarrón y la flor... y el Buda lo felicitó porque había resuelto un problema que jamás había existido.

El cazador de mariposas

Había una vez un hombre que sentado en el jardín de su casa vio como una mariposa se posaba en una de sus flores. Extasiado por su belleza se acercó y la capturó, la disecó y la puso en un pequeño muestrario de vidrio.  Al día siguiente vio otra bella mariposa en su jardín, la cogió, la disecó y la depositó en el muestrario. El hombre, embelesado por la belleza de ambas, decidió hacerse cazador de mariposas y crear su propia gran colección.  A partir de ese día comenzó a salir siempre que podía por los montes y los bosques para cazar mariposas.  Después de un año su colección apenas había aumentado, perseguía mariposas por todas partes pero ellas volaban y se posaban en lugares de difícil acceso, y para cuando el cazador llegaba las mariposas ya habían reemprendido el vuelo. Muchas veces se había caído persiguiéndolas, hiriéndose en manos y brazos y tanto esfuerzo no tenía resultados positivos, más bien era al contrario, parecía que cuanto más se esforzaba menos mariposas capturaba. Además había olvidado muchos de sus quehaceres habituales y su casa y su jardín presentaban un aspecto lamentable. 
Un día sentado al borde del camino se quejaba en voz alta, diciendo que se rendía, que renunciaba a su colección y que no perseguiría más mariposas. Lo oyó un monje que pasaba, se acercó a él y le dijo: "Amigo, si querías una gran colección de mariposas hubiese bastado con que cuidases tu jardín". 

Reflexiones personales

Una religión, sea cual sea, no nos va a conducir al Cielo por sí misma. La religión no es un fin, es un medio, pero no un medio para alcanzar el paraíso, sino un medio para ayudarnos a ser mejores personas, a crecer espiritualmente y a comportarnos bien con nuestros semejantes. Eso es en verdad lo que eleva nuestro espíritu y nuestra alma hacia Dios, la religión, la oración, la meditación... deben ser el apoyo para ser mejores personas, si no nos conducen al crecimiento espiritual, no valen para nada, y por desgracia hay muchas religiones que no valen.
La religión no debe ser entendida como una serie de ritos externos que se practican y se repiten día tras día o semana tras semana... la religión auténtica nace en el corazón de las personas cuando éste se halla lleno de amor, y se convierte en un modo de vida en el que el respeto y el amor hacia Dios y hacia todos los seres de la creación son la guía de nuestros actos.

Debemos ser conscientes de que Dios no es el responsable de los males que ocurren en  nuestras vidas, los males que padecemos suelen ser consecuencia de nuestras acciones o de las acciones de las personas que nos rodean, en esta vida o en vidas anteriores. Todos nosotros creamos nuestras vidas y somos responsables de nuestro destino, no podemos hacer a Dios responsable de las cosas que nos suceden, tenemos que ser conscientes de que somos nosotros los que elegimos, los que decidimos y los que actuamos con libertad, y que esas decisiones, actuaciones y elecciones determinan nuestros karmas y nuestro destino. Dios nunca manda males o castigos, sino consuelo.

Todos somos iguales y porque una persona sea buena persona no le tienen que pasar cosas buenas, ni al revés, a una mala persona tampoco le tienen que pasar malas cosas, y desearlo es algo indigno de almas elevadas. Todos somos hermanos y deberíamos alegrarnos incluso de que a alguien que no nos caiga bien o no se haya portado bien con nosotros le vayan bien las cosas; la vida ya tiene suficientes problemas y dificultades como para que le pongamos más. 
Los karmas que cada uno genera siempre acaban volviendo para que aprendamos las lecciones correspondientes, alegrarse con el mal ajeno o entristecerse o envidiar el bien de aquellos que consideramos que no lo merecen no son sentimientos que debamos albergar, primero porque ya estamos juzgando quien merece y quien no merece que le pasen cosas buenas, y segundo porque todos ignoramos las lecciones y los karmas de los demás y no somos quien para valorar ni juzgar la vida de nadie, cada uno tiene su camino y ninguna acción ni sentimiento queda sin su consecuencia, así que si a alguien la vida le regala algo alegrémonos sin más, sin juicios ni envidias insanas ni valoraciones inútiles. 

Las leyes espirituales no tienen errores y siempre se cumplen, si alguien obra mal deberá aprender a obrar bien y recibirá el mal que generó, bien sea en esta vida o en vidas posteriores, o en este plano o en otras dimensiones. Pero que alguien reciba algo malo no debe ser un consuelo o un alivio por mal que se haya portado, al contrario, debe ser tomado como una lección que hay que aprender y debemos apoyarnos unos a otros en las dificultades de la vida, el camino está lleno de obstáculos y de piedras ¿para qué tirar más?

Hay muchas personas buenas a las que le ocurren cosas malas y muchas personas malas a las que le ocurren cosas buenas. El karma no funciona exactamente recompensando a los "buenos" y castigando a  los "malos". También la religión nos ha dicho que Dios premia a los buenos y castiga a los  malos, pero no es cierto. Dios no premia ni castiga a nadie. A veces una buena persona "carga" con  responsabilidades, karmas y acciones de otras personas, se autocastiga para aliviar a los demás o para que los demás no sufran, a veces de modo consciente y otras de modo inconsciente. Es por eso que a veces hay buenas personas a las que le ocurren cosas malas. 

También ocurre al revés: A una persona que se está comportando mal puede que le ocurran cosas buenas. Esto pasa generalmente porque sus pensamientos están focalizados en conseguir beneficios, en crecer materialmente, en obtener posesiones, reconocimiento social... Y así crea su realidad. También porque este tipo de personas suelen descargar sus malos sentimientos, sus culpas y sus responsabilidades en los demás, aligerándose ellas de sus cargas energética y cargando a las personas que los quieren. 
Pero no hay que atormentarse con todo ello, la vida se compone de lecciones y una persona enfocada en el mundo espiritual o en ayudar a los demás del modo que sea crecerá y aprenderá mucho más que otra que se dedica a su propio beneficio, por lo que la primera se reencarnará muchas menos veces que la segunda y pasará por este plano sin sufrir algunas vidas de sufrimiento que le tocarán al que es menos avanzado, que deberá aprender, entre otras cosas, generosidad y empatía.

Jesús de Nazaret no nos dijo haced el bien para recibir premios y no hagáis el mal para no recibir castigos. No. Lo que dijo fue: "Haced el bien sin esperar nada a cambio" porque en eso consiste la verdadera bondad y el verdadero crecimiento espiritual, no en esperar recompensas por hacer el bien. 
Es muy habitual pensar "soy buena/o así que seguro que la vida al final me acaba yendo bien, tendré una buena mujer o marido, buenos hijos, buen trabajo... porque soy una buena persona". Es falso, que seas buena persona no va a hacer que te pasen cosas buenas necesariamente, obviamente es mejor siempre crear buenos karmas, pero la vida no funciona así, debes ser buena persona porque  sí, sin esperar recompensas, el ser bueno es una recompensa en sí mismo, ser bueno nos acerca a Dios y a nuestra verdadera esencia, y cuanto mejor persona seas y mas crezcas menos vidas tardarás en volver a tu esencia original y a no reencarnarte más.

Es tan malo menospreciar a los demás como menospreciarse a uno mismo, todos somos iguales y todos tenemos el valor de la divinidad latente que hay en nuestro interior, nadie es más ni menos que nadie, y cuando alguien no se valora está cometiendo un "pecado", está faltando a un principio esencial básico de su esencia y tendrá que aprender a valorarse. Esa también es una lección espiritual. 

Lo mismo ocurre cuando alguien es soberbio y se cree más que los demás, la soberbia ciega, y es, además, una puerta de entrada para toda clase de sentimientos negativos.
Aprender humildad es una de las lecciones más valiosas que hay, y quien tiene que aprenderla y ver reducida su soberbia a través del karma padece grandes sufrimientos y humillaciones en diferentes vidas, hasta que aprenda que nadie es más que nadie: Ni un rey, ni un desportista, ni un escritor o un gurú espiritual son más que un mendigo, un drogadicto o una prostituta. Y menos importancia (si cabe) tiene el aspecto físico: nadie es más ni menos por ser guapo, delgada, alto, gordo, baja o feo.

El hombre rico

Había una vez un hombre rico que tenía una fortuna acumulada de muchos años. Se dijo a sí mismo: "alma mía, tienes bienes acumulados para muchos años, come, bebe y disfruta de la vida". pero aquel día se le apareció Dios y le dijo: "Necio, esta misma noche se te va a pedir la vida ¿Para qué todo lo que has acumulado?.

Esta es una versión reducida de una parábola de Jesús en la que el Maestro terminaba diciendo que  así ocurre a aquellos que trabajan para obtener bienes materiales en lugar de trabajar en los bienes espirituales.
En esta vida nos afanamos en muchas cosas, en tener más objetos, en tener mejores trabajos, en conseguir esto o lo otro, fama, reconocimiento social... y ¿para qué? ninguna de esas cosas le da sentido a la vida, ni siquiera ser feliz o tener una familia propia es el sentido de la vida (aunque puedas realizarte y encontrar sentido a tu vida a través de ello). No estamos aquí para nada de eso, el motivo por el cual estamos vivos y encarnados en un cuerpo físico es para ser cada vez mejores personas, crecer espiritualmente, aceptar y aprender las lecciones que la vida nos va dando y acercarnos cada vez más a Dios y a lo que realmente somos en esencia. Ese es el motivo por el que estamos aquí, ese es el verdadero motivo de nuestros sufrimientos y de nuestra vida.
 
No podemos llevarnos nada de lo que conseguimos en el mundo, ni riquezas, ni bienes materiales, ni posición social... Ni siquiera podemos llevarnos ni marcharnos con nuestros seres queridos. Lo único que verdaderamente tiene valor es aquello que nos podemos llevar cuando morimos: Las lecciones aprendidas en la vida, el crecimiento espiritual que hayamos alcanzado y el amor que podamos recibir y sentir hacia nuestros seres queridos y hacia el resto del mundo.  Nada más tiene valor, y es muy triste cuando en lugar de llevarnos esto lo que nos llevamos es rencor, avaricia, ira, envidia... Entonces no alcanzamos los reinos celestiales, no aprendimos las lecciones que teníamos que aprender y tenemos que repetirlas, habiendo vivido una vida prácticamente inútil. 
Por supuesto que hay que intentar ser feliz, pero nada de eso está reñido con ser feliz, al contrario, el crecimiento espiritual nos ayuda a ver la vida de otro modo, a ver los problemas con otra perspectiva más alegre y esperanzadora y a compartir con amor todo aquello que nos hace sentir bien y nos aporta felicidad y esperanza.
Por los demás

Por desgracia muchas veces nos olvidamos de los demás. Estamos acostumbrados a vivir en un mundo lleno de egoísmo, donde nos enseñan a pensar en uno mismo, en comprar, en tener, en buscar la felicidad a base de posesiones, del amor de una pareja, del poder, de la posición social... pero nunca nadie nos enseña a pensar en los demás, nadie nos enseña que en lugar de tomar un café o un refresco que no nos hace falta, podemos comprar un bocadillo para que alguien cene, o si no compramos esos zapatos tan caros que no necesitamos podemos comprar el calzado de una familia entera que no tiene medios. 
No cuesta tanto hacer el bien, y hay que hacerlo sin esperar nada a cambio, solo por hacer el bien. Nadie te va a recompensar, la vida no te va a traer algo bueno porque des de comer o cenar o vestir a alguien, a veces ni siquiera aquellos a quienes ayudas te lo agradecen... pero aún así es bueno incluso para uno mismo, porque pensando en los demás también piensas en ti, al final todos somos Uno, y cuando se entiende eso la felicidad está al alcance de la mano.

El Autoconocimiento

No nos conocemos a nosotros mismos, la mayoría de nosotros actúa sin saber por qué lo hace, reacciona a determinadas situaciones o circunstancias con ira, con rabia, con envidia, celos, orgullo, vergüenza, soberbia, miedo... Y en lugar de pararnos, sentarnos a pensar y analizar el porqué de nuestros comportamientos, seguimos hacia delante sin más, como si no hubiese ocurrido nada. Y es que en ocasiones no somos ni conscientes de nuestras propias reacciones y sentimientos, ni tampoco de los motivos, miedos, complejos y miserias que yacen ocultos en nuestro interior y que hacen que a veces nos comportemos de determinada forma que no nos gusta. 
En otras ocasiones, cuando somos conscientes de nuestros errores, de nuestros malos sentimientos y actuaciones, nos golpeamos el pecho y cargamos con el peso de la culpa de nuestras malos actos, la voz de nuestra conciencia nos atormenta y nos juzga, dice que lo hemos hecho mal y que somos malas personas, nos prometemos a nosotros mismos que vamos a cambiar pero cuando nos vuelve a suceder una situación parecida volvemos a cometer los mismos errores y nuestra culpa es cada vez mayor, hasta el punto de generar muchas veces un karma con nosotros mismos. Por eso sentirnos culpables indefinidamente tampoco soluciona nada.

Todos somos imperfectos, todos tenemos sentimientos que mejorar y depurar, todos tenemos lecciones que aprender, pero no lo vamos a hacer huyendo hacia delante, ni evadiéndonos y mirando hacia otro lado, ni tampoco culpándonos. Es necesario conocernos a nosotros mismos, enfrentarnos a nuestras miserias y defectos y comprendernos y amarnos en vez de juzgarnos. Y todo eso solo se consigue desde el silencio y la meditación. Sería bueno hacerlo todos los días, pero al menos una vez a la semana, o cada vez que hacemos algo que consideramos que no está bien, deberíamos sentarnos en silencio, solos, vaciando la mente e indagando en nuestro interior, ver qué sentimientos llenan nuestra alma, ver qué hay detrás del miedo, de la ira, de la frustración, de la rabia, profundizar en ello y descubrir su origen. Os aseguro que os sorprendería saber por qué os comportáis de un modo u otro, por qué tenéis una reacción u otra. Nada es porque sí, todo tiene su causa y su origen, muchas veces es por un trauma infantil, un comportamiento heredado de los padres, un enfado o rencor muy antiguo que nunca se ha perdonado, otras por complejos, por falta de autoestima, por miedo a que los demás no nos acepten, por miedo a la soledad o a la muerte, por falta de amor, por no haber recibido el suficiente cariño... Encontrando el origen de nuestros defectos es como podemos cambiarlos, a través del amor y la comprensión hacia nosotros mismos y eso solo se consigue mediantedel silencio, la meditación y la profundización en nuestro interior.

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